UNO DE LOS DÍAS MÁS OSCUROS PARA ESPAÑA
- Posted by Qveremos
- On 20th marzo 2022
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La decisión del Gobierno de Pedro Sánchez hecha pública este viernes aceptando los postulados marroquíes sobre el Sahara, va a quedar en nuestra memoria como una de las fechas más negras de la historia reciente de España. El anuncio no es otra cosa que una declaración de rendición de España frente a Marruecos, certificando que en el concierto internacional, España ya ha quedado reducida a una potencia, no ya de segundo orden, sino de tercer orden.
Tras la nefasta decisión y peor gestión de la llegada y salida de la Península del líder saharaui Ibrahim Ghali, Marruecos había encontrado la excusa perfecta para presionar a nuestro país como ha hecho siempre: empujando sin piedad a los emigrantes hacia la valla de Ceuta y Melilla. Ante ese tipo de chantaje, España acudía habitualmente a sus mejores socios (la UE y Estados Unidos) para obligar a Marruecos a sentarse a negociar y llegar a algún tipo de entendimiento que salvara la situación. Pero el contexto internacional ha cambiado mucho. Ahora nuestro vecino marroquí se ha convertido para los Estados Unidos en un aliado más valioso y fiable que España en el flanco sur. Desde aquel imperdonable gesto de Rodríguez Zapatero sentándose al paso de la bandera de los Estados Unidos en el desfile del 12 de octubre de 2003, las relaciones de nuestro país con la primera potencia mundial nunca han vuelto a ser como antes. Pero, además, en los últimos años, los continuos tweets de socialistas y podemitas, ya incluso formando parte de la coalición del gobierno, contra Estados Unidos (encarnado en la figura de Trump) y a favor de las peores dictaduras del mundo, enemigas acérrimas de América, nos han terminado por cerrar completamente las puertas de Washington. No hay más que recordar cómo la cumbre más exitosa celebrada entre este gobierno y el presidente Biden adoptó el innovador formato de paseíllo a la carrera en la sede de la OTAN en enero de 2021.
En cambio, los marroquíes han disfrutado siempre con una relación especialmente cálida con los Estados Unidos, nacida del hecho de que Marruecos fue el primer país en reconocer diplomáticamente a los Estados Unidos tras su independencia, algo que estos no olvidan. Pero más recientemente, el Rey de Marruecos ha tomado la decisión de aprovechar la insensata y adolescente política exterior de España, para darle la vuelta al tradicional reparto de poder en el Estrecho. Para ello ha llevado a cabo una política de lealtad sin fisuras a los esfuerzos de la administración de Trump y Biden, estableciendo acuerdos de paz con Israel, adquiriendo gran cantidad de armamento americano y apoyando sus puntos de vista frente al resto de los países árabes y musulmanes en el conflicto de Oriente Medio. El fruto maduro de todos esos esfuerzos fue la decisión de Trump de reconocer la soberanía marroquí en el Sahara en diciembre de 2020, dejando a la ONU y a España al pie de los caballos. A su vez Israel ha desplegado una enorme actividad económica y de colaboración tecnológica con Marruecos, olvidando también a España, donde un gobierno de izquierdas asume como principio twittero fundamental y absoluto la maldad de Israel y la bondad de los palestinos.
El hecho de que la mayor contrapartida obtenida por España en este acuerdo con Marruecos sea algo tan obvio e innecesario como el reconocimiento mutuo de la integridad territorial de ambos países, demuestra también que algo muy grave estaba en juego: Ceuta y Melilla, y quien sabe si más adelante también las Canarias. No hay nada más que oír las palabras del ministro Albares en la rueda de prensa anunciando el acuerdo. El país alauí realmente lo tenía fácil: en el actual contexto de inestabilidad internacional, al que el propio Albares se refirió explícitamente como argumento para sostener la bondad de este acuerdo, no cabe duda de que al Rey de Marruecos le hubiera resultado enormemente sencillo tensionar mucho más las fronteras y lanzar a marroquíes e inmigrantes subsaharianos hacia las ciudades autónomas. Ante la gravísima situación creada por la guerra en Ucrania, poco se puede pensar que pudieran hacer nuestros aliados de la Unión Europea y de la OTAN por ayudarnos a salvar Ceuta y Melilla.
Es en este marco en el que creemos que se puede entender la razón por la que el Gobierno ha rendido repentinamente y sin causa justificada aparente los principios fundamentales de la política exterior de más de 40 años de España en el Norte de África, declarando vencedor a Marruecos, dejando abandonados a los saharauis, saltándose a las Naciones Unidas, acabando de un plumazo con uno de los pilares ideológicos de la coalición de izquierdas en el gobierno, abandonando a sus propios votantes, y enemistándonos gravísimamente con Argelia de quien dependemos para nuestro suministro de energía.
Quizá lo enquistado del problema saharaui puede hacer pensar que la solución adoptada es la más sensata. Puede ser, pero lo que está claro es que nunca debería haberse hecho así y mucho menos por las razones por las que parece que se ha hecho y sin que España haya obtenido absolutamente nada a cambio. Era España quien, en todo caso, debería haber liderado y controlado en tiempos y modos todo el proceso, quedando como árbitro de los conflictos entre Marruecos, Argelia y el Frente Polisario, en un proceso respaldado por Estados Unidos, la Unión Europea y, de ser posible, bajo los auspicios de las Naciones Unidas . En cambio, nuestra enorme debilidad e irrelevancia, resultado de una política infantil e irresponsable de los últimos gobiernos de izquierdas, nos ha conducido probablemente a vivir uno de los días más oscuros para España en este siglo XXI.
Mauricio Gabriel Álvarez
Doctor en Historia
Máster en Relaciones Internacionales (King´s College London)
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