
LOS ERRORES DE CAMPAÑA DE VOX
- Posted by Qveremos
- On 26th julio 2023
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En el reparto de cartas de las últimas elecciones, a Vox le tocó una mano ciertamente complicada de jugar. Necesitaba mantener el entusiasmo de su electorado, para que no sucumbiera a los cantos de sirena del “voto útil” del PP. Al mismo tiempo, sin embargo, debía ofrecer un perfil relativamente moderado que no despertase los recelos de los votantes de izquierdas, a quienes el argumento del “voto del miedo” podía sacar de la abstención en que se mantuvieron en las autonómicas y municipales de mayo. Finalmente, debía presentar propuestas aceptables para votantes de derechas moderados o incluso centristas, quienes, conscientes de que el PP sólo podría gobernar con Vox, no debían ver en éste un socio poco serio o fiable: Vox debía pensar no sólo en sus votantes, sino en los potenciales del PP. Vox jugaba, además, con cartas marcadas, pues muy pocos medios de opinión le muestran simpatía y, de hecho, la mayoría -y especialmente los que tienen un alcance transversal, como los grandes diarios, radios o televisiones- le son abiertamente hostiles. Por tanto, Vox debía hacer una campaña consciente de estar bajo un microscopio mediático selectivo, que silenciaría sus virtudes y aciertos y magnificaría sus defectos y errores.
El primer error de Vox ha sido no interiorizar esta situación. Justa o injusta, era la partida que le tocaba jugar, y para ello debía obrar con astucia y mucha contención. Es muy posible que la cúpula -casi toda la cúpula- lo tenga asimilado, pues han demostrado en ocasiones anteriores ser muy capaces de actuar bajo ese foco. Por ejemplo, la salida del partido de Macarena Olona, otrora gran activo mediático y estrella del “retuit”, fue manejada con habilidad una vez se convirtió en voz discordante. Sin embargo, el mensaje no parece haber calado igual en los cuadros medios del partido, quienes, desde las elecciones municipales, han protagonizado algunos titulares o escenas que no han servido más que para abonar la imagen que de Vox pintaban sus detractores. Es un problema de disciplina no interna, sino ad extra que, indudablemente, resulta difícil de imponer en un partido de crecimiento rápido. De este modo, cuanto más se asciende en la pirámide, más se aprecia la capacidad de no elevar el tono más de lo necesario. Así lo atestigua el caso de las negociaciones en Extremadura, donde la imagen más deteriorada ha sido la de quien más se ha prodigado en exhibirla. A ello se añade que, al ser un partido que levanta pasiones no sólo a favor, sino también en contra, tiene más difícil captar perfiles menos ideologizados para los puestos de mayor exposición pública: el coste personal o profesional de formar parte de las listas de Vox parece, al menos a priori, más alto que el de hacerlo en las de otros partidos. En consecuencia, los representantes electos de Vox tenderán a ser más vehementes y a ofrecer menos matices de lo que convendría a la estrategia del partido.
En segundo lugar, Vox no ha sido eficaz en la exposición de sus virtudes. Ha elaborado un programa con una fuerte carga técnica, como se ha estudiado en este mismo blog. Además, se trataba de un programa amplio, con ofertas en numerosos sectores, desarrolladas y justificadas. No es cuestión de juzgar si esas propuestas son más o menos acertadas. Lo relevante es que existían y, sin embargo, los “comerciales” de Vox no han sido capaces de trasladar ese trabajo técnico. El primero de ellos, su propio presidente, Santiago Abascal, quien en el debate con Yolanda Díaz y Pedro Sánchez no desgranó sus propuestas económicas en el primer bloque, recurriendo a mensajes simples de tipo eslogan. Compárese cómo Yolanda Díaz no cesaba de citar datos que apoyaban sus argumentos. No cabe escudarse en la falta de atención o el maltrato mediáticos cuando no se aprovecha la mejor y más importante oportunidad para hacer alarde de perfil técnico.
En tercer lugar, aunque relacionado con lo anterior, Vox ha permanecido en un plano excesivamente ideológico-combativo, cuando sus propuestas en el plano de gestión y explicativo podrían haber resonado con el electorado desafecto del sistema. Es cierto que a Vox le sirve convencer a votantes del PP, pero esa victoria es sólo parcial, pues al final deben sumar ambos para decantar la balanza de su lado. Puede interesar más atraer a abstemios habituales que, al no tener una fuerte carga ideológica, puedan verse atraídos por mensajes tales como el coste de la vida, la seguridad pública, las insostenibles finanzas públicas, la dificultad de acceder a la vivienda, los problemas de las familias o los defectos del sistema educativo. Indudablemente, para el núcleo irreductible de votantes de Vox es relevante la “batalla cultural”, y reciben bien los mensajes contra la Agenda 2030, la “ideología woke” u otras banderas que la izquierda europea importa de las universidades de élite estadounidenses. No obstante, Vox no debió abandonar su mensaje dirigido a lo que ellos mismos bautizaron como “la España que madruga”, y, de hecho, quizá debería haberlo situado en primer lugar.
En suma, los errores de Vox no han afectado a los elementos fundamentales de su estrategia, pero sí han lastrado su diseño y ejecución de modo que no han alcanzado el objetivo pretendido. Ahora tienen por delante un tiempo indefinido hasta la próxima campaña. Toca engrasar, pulir y afilar armas. Y velarlas.
Pablo Ortega
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