Paralímpicos: Esperanza de una sociedad mejor
- Posted by Javier Echevarría
- On 19th septiembre 2016
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- eutanasia, Juegos Paralímpicos
Ayer terminaron los Juegos Paralímpicos de Río 2016. Una sucesión de pruebas deportivas a las que la opinión pública de nuestro país ha prestado muy poco interés. Después de las horas y horas de televisión y de radio, y de las miles y miles de páginas de periódicos que ocuparon Mireia Belmonte, Rafa Nadal o Saúl Craviotto… ¿quién sabe quiénes son Kim López, Óscar Salguero o Nuria Marqués?
Detrás de esos nombres, y de otros muchos, hay apasionantes historias de superación, de valor y de inconformismo. Historias que nos hacen recuperar la esperanza en una sociedad mejor: en un país como España que sufre una grave carestía de líderes, su sacrificio y ejemplo, sus hazañas y éxitos, son verdaderas lecciones de vida.
Son personas con diferentes habilidades, con ciertas limitaciones, pero con un afán de trabajo y de no rendirse nunca digno de ser tenido en cuenta. En una sociedad cada vez más egoísta, más hedonista y más preocupada por la imagen y las apariencias, los deportistas paralímpicos son una fuente de inspiración, que nos impulsa a superar las visiones negativas que tantas veces quieren hacer de nuestra vida algo poco valioso.
Nos invitan también a reflexionar sobre el valor del esfuerzo y el sacrificio. En un entorno en el que nos encantan que nos den las cosas hechas, donde pensamos más en nuestros derechos que en nuestros deberes, donde compramos juguetes sofisticados para los niños en vez de pasar tiempo con ellos, o en el que la comida preparada prevalece sobre las recetas de nuestras abuelas, estos héroes de nuestro tiempo dedican días y días, meses y meses, años a prepararse para superarse a sí mismos.
Y lo más importante, nos dan una clase práctica sobre la dignidad de la persona humana. En una civilización en la que se generalizan prácticas como el aborto o la eutanasia, que suponen el aniquilamiento por terceros de la vida de sus semejantes, los deportistas paralímpicos nos emocionan con su compromiso con la vida. Personas muchas veces con dificultades graves, que condicionan sus vidas, pero que no restan un ápice a la ilusión y entusiasmo con que viven.
De esta manera ponen de manifiesto que toda vida tiene la misma dignidad, la de una persona minusválida, la de una persona con síndrome de down, la de una persona sin alguno de sus miembros o con alguna limitación física o psíquica. Y la de una persona, en teoría, en plenitud de facultades. Ninguna vida es mejor o peor. Ni más o menos digna. Todas son igual de valiosas.
Y por ello, desde Qveremos, donde defendemos la dignidad de la vida humana como centro de la política, agradecemos a nuestros deportistas paralímpicos, y a los del resto de países, su testimonio y ejemplo. Un ejemplo dirigido a toda la sociedad, pero especialmente a políticos y legisladores, a los que les dicen, de forma callada pero firme que, (i) que es hora de recuperar valores como el esfuerzo o el trabajo duro, perdidos en nuestra sociedad; y (ii) que, como decía Monika Grütters, Ministra de Cultura de Berlín en la inauguración de un monumento en memoria de las víctimas del exterminio nazi, “toda vida humana es digna de ser vivida”.
Javier Echevarría
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