La caída de Kabul en el marco del conflicto entre China y EEUU

La caída de Kabul en el marco del conflicto entre China y EEUU

  • Posted by Qveremos
  • On 21st agosto 2021
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  • Afganistán, confrontación EEUU China, Kabul

Las imágenes de desesperación de la población afgana en el aeropuerto de Kabul durante la operación de evacuación del personal de las embajadas han dejado a la opinión pública occidental profundamente consternada. Pero… ¿qué ha ocurrido en Afganistán? ¿Por qué Estados Unidos ha abandonado el país aceptando una imagen de humillación y derrota tras veinte años de esfuerzos conjuntos de todos los países occidentales? ¿Es el final de Estados Unidos como potencia? ¿Significa todo esto que de nuevo veremos un terrorismo radical islámico aún más fortalecido actuando en el corazón de nuestras sociedades?

Para poder entender realmente lo que ha pasado y las consecuencias futuras es necesario distinguir entre la forma en la que se ha producido la operación de repliegue final de Afganistán y la decisión estratégica de abandonar el país. 

Sobre el primer punto, el análisis es simple y unánime: ha sido una de las operaciones diplomático-militares peor orquestadas desde la caída de Saigón en 1975, que le va a pasar una honda factura a la recién llegada administración demócrata. Como siempre la culpa se intentará hacer recaer en las agencias de inteligencia que no supieron medir la fortaleza de los talibanes ni la debilidad del ejército afgano. Pero poco importa si eso es así o no: las impactantes imágenes del aeropuerto de Kabul perseguirán a Biden hasta el final de su carrera política.

Otra cosa es la decisión estratégica de abandonar Afganistán. En ello todas las administraciones estadounidenses, desde Obama hasta Biden, pasando por Trump, han estado de acuerdo. De ahí que el presidente, en su discurso televisivo para intentar explicar a sus conciudadanos lo que habían presenciado en directo y con incredulidad en sus casas, no ofreció ningún asomo de arrepentimiento y en todo momento quiso subrayar lo acertado de la decisión tomada. ¿Cómo es eso posible tras 20 años de guerra, unos tres trillones de dólares gastados (es decir, la astronómica cifra de un tres seguido de catorce ceros), más de 6000 soldados estadounidenses muertos, cerca de 1200 de sus aliados occidentales (de los cuales 102 han sido españoles), a lo que hay que sumar más de 444 cooperantes y 72 periodistas muertos? Todo ello sin haber logrado ninguno de los objetivos propuestos que se utilizaban para justificar esta intervención. Una derrota sin paliativos.

El aplomo de Biden al defender la decisión tomada choca frente a esos datos. Aun así, nos atrevemos a afirmar que probablemente la postura del presidente de abandonar sin dilación el país de los talibanes ha sido correcta, fruto de un necesario realismo político. En realidad, Afganistán se había convertido en un pozo sin fondo de gasto de recursos, siendo evidente desde hacía mucho tiempo que la misión ya no tenía sentido ni futuro. Y esos recursos económicos y militares le son imprescindibles a la primera potencia mundial para afrontar el reto actual y acuciante que es el expansionismo chino en el Pacífico.

Hasta ahora, la doctrina militar estadounidense contaba con mantener un poderío militar tan superior sobre el resto de las potencias que pudiera llegar a hacer frente a sus enemigos en dos y tres teatros de guerra en cualquier parte del globo terráqueo simultáneamente. Sin embargo, el avance militar y económico de China (unido a su sólida alianza con Rusia) han acortado tanto las distancias que Estados Unidos se ha visto obligada a cerrar un frente y concentrar sus esfuerzos en el teatro más peligroso: China y el Pacífico. No en vano, el 25 de mayo pasado, el ministro de exteriores taiwanés aseguraba en una entrevista que el peligro de conflicto armado con China era muy alto y cercano. Es más, el día de la retirada de Afganistán los periódicos taiwaneses apenas se ocuparon del desastre americano para centrarse en la gran sintonía que China y Rusia mostraban públicamente durante los primeros ejercicios conjuntos terrestres que se estaban desarrollando esos días.

Al final, la salida de Afganistán supone, sobre todo, una llamada de atención sobre el peligro de confrontación global en el Pacífico, hasta el punto de que probablemente se ha visto imprescindible arrostrar esta presente humillación para lograr victorias futuras más importantes y trascendentes. Por supuesto, otro daño colateral de la evacuación ha sido dejar Afganistán caer bajo la órbita china (y rusa), algo que seguro no escapaba a los cálculos de la inteligencia norteamericana, y que no hace sino subrayar lo urgente que debe ser verdaderamente la situación en el Pacífico a ojos de esa misma inteligencia norteamericana.

Por supuesto que el triunfo talibán también va a suponer un enorme coste y dolor para el conjunto de la población afgana, especialmente mujeres y niñas, pero también para hombres y niños. La victoria, además, implica un enorme revulsivo para el conjunto del movimiento del islamismo radical sunní y para las aspiraciones de resurrección del gran califato, al que los talibanes se han sometido públicamente nada más llegar al poder al autoproclamarse como emirato de Afganistán (es decir, provincia dentro de un califato). Los más perjudicados cabe suponer que serán las monarquías del Golfo y todas las naciones del Norte de África, es decir, todos aquellos territorios que compusieron, hace cinco o seis siglos, el imperio musulmán en su máximo esplendor. Ellos sí verán aumentar los movimientos fundamentalistas islámicos internos, las revueltas y las acciones terroristas para hacer caer a los gobiernos infieles y obligarles a aceptar el dominio del califato.

Por el momento, el resto de las naciones es probable que no se vean especialmente afectadas por esas acciones terroristas. Los talibanes de 2021 no son los de 2001 y mucho han aprendido en estas dos décadas. Además, Joe Biden ya ha advertido al nuevo régimen talibán que no le temblará la mano a la hora de actuar si el gobierno de Afganistán cruza determinadas líneas rojas. Por supuesto, esto no implica nuevas acciones terrestre sino operaciones quirúrgicas, enormemente precisas y letales que apenas dejan daños colaterales, de coste muy reducido para quien las acomete, pero que pueden causar graves y letales perjuicios a los responsables afganos. Es la nueva guerra del siglo XXI.

¿Y cuáles son las consecuencias para España? Probablemente mayores que para el resto de nuestros aliados occidentales. Como es habitual nos encontraremos en primera línea a la hora de recibir las oleadas de inmigrantes y refugiados que sin duda van a aumentar en los próximos meses y años. Además, en la medida en que la inestabilidad crezca en los países del sur del Mediterráneo, nuestro suministro energético se verá comprometido y encarecido, lo que puede agravar la situación económica que ya de por sí es delicada. En ese caldo de cultivo (crisis económica, aumento de precios y repunte de la inmigración), una grave crisis social estaría servida. Aún más, España, como parte muy destacada del antiguo Al-Andalus, sí podría ser susceptible de ataques terroristas, más aún dado que somos el eslabón más débil entre los aliados occidentales. No cabe duda de que más pronto que tarde, nuestro territorio estaría en el punto de mira de los radicales islamistas.

Ante este panorama la solución que se nos presenta es clara: un mayor acercamiento a Occidente y especialmente a los Estados Unidos e Israel, logrando ser un aliado completamente fiable que actúa por su privilegiada posición geo-estratégica e histórica como muro de contención en el flaco sur de toda la estrategia occidental en favor de la democracia, de los valores europeos y occidentales. A cambio contaríamos con la inteligencia, el apoyo económico y, de ser necesario, militar de nuestros aliados, algo imprescindible en nuestra situación actual.

Pero, frente a esa estrategia de anclaje en Occidente y sus valores democráticos, no hay duda de que el gobierno de España se verá tentado a seguir otras vías más sencillas y rápidas de afrontar los retos que se presentan. China jugará aquí también sus bazas económicas con el fin de aprovechar nuestra debilidad económica y social e intentar convertir a nuestro país en su caballo de Troya en el tablero europeo. De hecho, ya han sido varias las voces que han advertido de movimientos en torno al gobierno de Sánchez en esa dirección.

No cabe duda de que la retirada de Afganistán es un hito histórico que bien podría ser el preámbulo de acontecimientos más graves y de mayor alcance para el conjunto del mundo. Y, de nuevo, nuestro país se va a encontrar en una importante y trascendental encrucijada, pudiendo jugar un importante papel en ellos, pero para lo que es imprescindible que nuestra sociedad y nuestro gobierno refuercen su compromiso con la democracia, con los valores occidentales y con nuestro mejor espíritu de sacrificio e inteligencia. Se abre sin duda un tiempo para los valientes.

 

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